"Dios es trinidad, es comunión de amor, y la familia es,... una expresión que refleja el misterio insondable del amor de Dios." (Benedicto XVI)


    El Dios Familia es el Creador de la familia, y esta a su vez, expresión y reflejo de Dios.  Cuando Dios ha visto estropeado su plan para con el hombre, ha intervenido con su amor a su favor, y por su misericordia ha querido dar a la humanidad nuevos comienzos, operando a través de la familia: 
A través de Noé y su familia preservó a la humanidad de la extinción. En Abraham (padre de la fe) y su familia, Dios quiso bendecir  a todas las familias de la tierra. Y por medio de la Sagrada Familia, Dios mismo ha querido venir a nuestro encuentro para darnos Vida, y  vida en abundancia. 
La fe se nos regala a cada uno, es personal, pero es un don que nos convierte y hace comunidad, familia. Dios no nos salva solos, nos salva en racimo, salva a la Iglesia "Familia de Dios". ¡Ay del solo!, de aquél que cree no necesitar de nadie. (Eclesiastés 4, 9-12) 
Dios necesitó a María, y ésta necesitó a José. José amaba a María, al tiempo que soñaba con el Mesías de Israel, el Salvador del mundo. José necesitaba el obrar de Dios, y vió su necesidad de María. 
El mundo necesita de Dios, y Dios nos necesita a cada uno como personas, como familia, como familias dentro de la gran Familia de Dios.  

Jesús es el nexo de unión que une a María y José. María, como parra fecunda en medio de la casa y el corazón de José, da a luz al que es como "renuevo de olivo" esperanza y dicha para el mundo: JESÚS. 
"Dichoso el que teme al Señor y sigue sus caminos. Será dichoso y le irá bien" Sal 127

No necesitamos que las cosas nos vayan mejor, lo que necesitamos es que nos vayan bien. Con la Sagrada Familia, Dios nos ha dado todo su bien, y con su bien un nuevo comienzo. Lo que necesitamos es comenzar a vivirlo, tal vez retomarlo, tal vez reencontrarlo. Para ello... 

Necesitamos desnudarnos de ese individualismo que muchas veces nos embarga, ese que ofrece mucho pero que en realidad nos lo quita todo, y vestirnos de Jesús: de compasión entrañable, bondad, humildad, mansedumbre, de paciencia, para así aprender a sobrellevarnos mutuamente, unos a otros.

Necesitamos desaprender para aprender, dejándonos amar por Dios y por el otro, para reaprender a amar a Dios y a los demás, no con nuestro amor, sino con el que Dios nos ama. Amor que nos lleve a perdonar como fuimos y necesitamos ser perdonados cada día. 

Necesitamos: No una paz negociada, sino esa profunda y sin límites que solo Cristo sabe y puede darnos, esa que sobrepasa nuestros entendimientos y prejuicios, y confiadamente dejarla reinar  en nuestros corazones. 

Necesitamos dejar de pensar que todo se nos debe, que somos merecedores de todo; dejar el victimismo y empezar por ser cada vez más agradecidos a Dios y los demás. 

Necesitamos hablar menos y escuchar más a Jesús, para que sea su Palabra, no las nuestras, lo que habite en nosotros en toda su riqueza y nos permita llevar con nosotros a Jesús y compartirlo con los demás, sabiendo escucharles.
Necesitamos cantar más y refunfuñar menos, aprender a dar gracias pero de corazón, no por cumplido.
Necesitamos dejar de juzgar y señalar lugares específicos para los demás, y tratar de ponernos más en el lugar de los otros, como Jesús, quien por su amor, y el amor aprendido en su familia, supo ponerse en nuestros lugares. 
Necesitamos, además de ser y hacer, tener alma y poner el alma en todo lo que hagamos, para ser motivo de ánimo y no de exasperación.

(Colosenses 3, 12-21) (Clic en el enlace para leer las lecturas)

A veces, nuestras crisis y angustias no son más que 
haber perdido de vista a Jesús, y lo que
necesitamos como familias sagradas que somos para Dios, 
es buscarle y reencontrarnos con Él, 
llevarlo de nuevo al hogar, a la familia, 
porque ...

Las familias  son la esperanza de la Iglesia

y del mundo

 (Papa Francisco - Irlanda - Fiesta de las Familias, 25/08/2018)
Joan Palero 







   Si el pasado domingo: "Gaudete", era una  invitación a  alegría en el Señor, este domingo nos convoca a seguir alegres en una escucha atenta, con fe en la Palabra. A ver en ella  que Dios ha querido y quiere alegrar vidas, no solo las nuestras,  sino también la vida de los demás. Se nos convida a la comunión, a alegrarnos juntos, a compartir tareas, esfuerzos, ... siendo así motivo de alegría para los demás.  A levantarnos sin demora, como María, a ponerse en camino, a llegar al encuentro del otro. A ser dóciles a la Palabra escuchada, tratando de hacerlo todo un poco más fácil en un mundo tan difícil. 

A veces, las circunstancias pueden parecer contrarias, haciéndonos creer que el encuentro y las buenas relaciones  entre las personas están fuera de nuestro control, lejos de nuestro alcance, que son imposibles; y nada más lejos de la realidad, porque para esa realidad es para lo que somos llamados.

"Cuando la vida interior se clausura en los propios intereses, ya no hay espacio para los demás, ..., ya no se escucha la voz de Dios, ya no se goza la dulce alegría de su amor, ya no palpita el entusiasmo por hacer el bien." (Evangelii Gaudium)

 María no espera razones para salir e ir al encuentro de Isabel, como tampoco el Sol espera a que se le suplique cada día a salir para derramar su luz y su calor. María, como el Sol, se apresura y sale al encuentro del otro, porque su razón es Dios.

Nadie ha dicho que las cosas vayan a resultar fáciles, pero tampoco que vayan a ser tan difíciles que se tornen imposibles, porque para el que escucha y cree, como María: "todo es posible y se vuelve mucho más fácil". No se trata de nuestra obra, sino de la de Dios en nosotros, y Fiel es el que nos llama. 

El camino se presenta y parece largo, abrupto, penoso, hasta con una gran montaña de impedimentos por en medio. Pero María, embarazada del Espíritu, con Jesús en su seno, llena de Gracia y alegría, con la bondad, humildad y paciencia como equipaje, emprende ese camino y sube la montaña, atravesando todos los obstáculos para ir al encuentro con el otro (Isabel), demostrando que paso a paso, y poco a poco, todo es posible cuando uno deja de mirarse a sí mismo y ve a Dios obrando o queriendo obrar también en el otro. 

"Puedo decir que los gozos más bellos y espontáneos que he visto en mis años de vida son los de personas muy pobres que tienen poco a qué aferrarse." (EG)

María escucha a Dios, no se escucha así misma, y por eso su escucha es fecunda. No sólo cree, sino que ve a Dios, ve que está ahí, dirigiendo la historia, su historia, y las historias de las personas; queriendo derramar y derramando también en los demás el mismo Espíritu de gracia y alegría que ha derramado en ella. Su fe le hace sentir el fruto de Dios en su vientre, y es llevada a que también Cristo sea formado en nosotros. 


                                    
Será bueno sentir nuestras pequeñeces y bajezas, nuestras imposibilidades, dificultades o contrasentidos, pero mejor es creer y ver las grandes cosas que Dios puede hacer en nosotros, si estamos en sus manos y nos ponemos en camino. 

"porque ha hecho en mi favor maravillas el Poderoso, Santo es su nombre " (Lc 1, 49)

Dios escogió a David, el más joven y débil en apariencia, con la misión de que fuera rey de Israel. Escogió a Belén, la más pequeña de los clanes de Judá, para sacar de ella al que es Señor de cielos y tierra. 
Escogió hacerse niño, naciendo del seno de la virgen María, quien no tenía más alto concepto de sí que el que debía tener. 
Escogió nacer en Belén: "Casa del Pan", la más pequeña de los clanes de Judá, escogiendo hacerse Pan y así dar vida al mundo.
Escogió a las estériles, para hacerlas fértiles y fecundas, (Efrata: Campo fecundo) Y sigue escogiendo a lo más necios, para confundir a los sabios. A los débiles, para confundir los fuertes. A lo que no es, para reducir a nada lo que es. A nosotros, a no ser que nos creamos pequeños, pero sin Dios, o ya muy grandes pero por nosotros mismos.

  En la "Espera", María cree y camina para servir y compartir su alegría. 
También la santa andariega, Teresa, nos sigue recordando que: Es hora de caminar.
 (Joan Palero)


La Iglesia «en salida» es una Iglesia con las puertas abiertas. Salir hacia los demás para llegar a las periferias humanas no implica correr hacia el mundo sin rumbo y sin sentido. Muchas veces es más bien detener el paso, dejar de lado la ansiedad para mirar a los ojos y escuchar, o renunciar a las urgencias para acompañar ... 

El individualismo posmoderno y globalizado favorece un estilo de vida que debilita el desarrollo y la estabilidad de los vínculos entre las personas, y que desnaturaliza los vínculos familiares. 

La Iglesia reconoce el indispensable aporte de la mujer en la sociedad, con una sensibilidad, una intuición y unas capacidades peculiares que suelen ser más propias de las mujeres que de los varones. Por ejemplo, la especial atención femenina hacia los otros, que se expresa de un modo particular, aunque no exclusivo, en la maternidad. 
(EG)




Sal 79,2ac.3c.15-16.18-19





 








Ante las distintas situaciones que nos pone la vida, podemos sentir que la tristeza y la alegría van por caminos separados, sin embargo mantienen una estrecha relación, son inseparables, tanto que es una la que da sentido a la otra.
Por instinto, tendemos a querer evitar las tristezas, a buscar solo alegrías, olvidando  que el valor de la alegría reside en la profundidad de la tristeza. En la alegría está oculta nuestra tristeza y en la tristeza la alegría, dándose sentido y valor entre sí.


Jesús ha venido a traernos su alegría, desenmascarando nuestras tristezas. Su alegría es para los tristes, pero no para todo tipo de personas tristes, sino para los tristes según Dios (2 Cor 7, 10), aquellos que hoy se preguntan, cómo preguntaba la gente a Juan el bautista en aquellos días: 



No busquemos respuestas, más bien dejémonos encontrar por Jesús, la Verdad que nos hace libres, también libres de nuestras  tristezas,  porque "El Señor ha revocado nuestra sentencia. Sof 3,14-18a

" La alegría del Evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús. " 
(Evangelii Gaudium 1)
No seamos fabricantes de tristezas.

Alegraos siempre en el Señor; os lo repito, alegraos.
Que vuestra mesura la conozca 

todo el mundo. 
Fil 4, 4-7



"El mundo necesita de familias que testimonien la belleza y la alegría del amor".  (Papa Francisco - Pompeya,18 de septiembre 2018- Peregrinación Nacional de las Familias)
Joan Palero
        


"EN el año decimoquinto del imperio del emperador Tiberio,..." Lucas 3, 1-6
    

   Con la aparición de Juan, la esperanza de siglos de Israel empieza a concretarse en la historia del hombre. "Todos los profetas, lo mismo que la Ley, hasta Juan profetizaron." (Mt 11, 13) Pero Juan no es un profeta más, es más que un profeta, (dirá Jesús de él). Las promesas de Dios han tomado forma y cuerpo en Jesús, son una realidad ya en medio del pueblo. Ha llegado el cumplimiento del tiempo, Dios ha enviado a su Hijo al mundo, nacido de mujer y bajo la Ley, y Juan será el que irá delante de Él a preparar el camino del encuentro de Dios con la humanidad.  



Juan no vive de glorias pasadas, vive el momento, el cronos de Dios, y en medio del desierto espiritual de su tiempo se deja sorprender por la novedad de Dios, siendo con Dios sorpresa para muchos. 
Es un hombre íntegro y recto que sabe llamar a las cosas por su nombre, al adulterio le llama adulterio, al pecado, pecado. Y como profeta, no vacila en denunciar lo que está mal, lo haga quien lo haga; pero su misión no consiste en decisiones éticas o grandes ideas, sino en anunciar y señalar al Mesías Salvador, llevando a sus contemporáneos al "ENCUENTRO" con un acontecimiento, con una Persona. Un encuentro con Aquél que es la Verdad, y en quien la verdad y la misericordia se encuentran y se besan. 
"No somos testigos de una ideología" o "de una manera de hacer teología" sino testigos del amor sanador y misericordioso de Jesús. (Francisco, Papa)



   La Palabra ha venido sobre él, una palabra que sabe que no es suya, de la que él solo es voz. Y Juan sabe ser voz en medio del eco religioso del momento. Sabe lo que dice, y sabe decirlo, porque lo dice con su vida, la mejor manera "Para que toda carne pueda ver la salvación de Dios".



Despojado de sí, viste pelo de camello, animal duro y resistente a la durezas del desierto.  

Desvestido de toda aflicción humana, con alegría y libertad viste las galas perpetuas de la gloria que Dios le ha concedido, y envuelto en el manto de la justicia de Dios, sabrá manifestar la gloria del Eterno, y ese y no otro, será su esplendor.




No le importará menguar para que Jesús crezca; no es un líder o maestro con apego a las cosas y a las personas, vive desprendido de todo, sin buscar protagonismos, reconocimientos, honores o aplausos. Desprendido de todo, pobre entre los pobres, vacío de sí es lleno de la alegría de presentar a Jesús en su mundo. Sabe que la alegría no está en las cosas, sino en nosotros, y que Jesús está ya entre ellos. Jesús-Emanuel "Dios con nosotros". 



Juan no es autorreferencial, se reconoce como indigno aún de desatar las sandalias del Mesías. Comprende el significado de las palabras de Isaías: "los montes y colinas serán rebajados;" y las hace suyas. Sabe que lo que viene no puede crecer por técnicas proselitistas, sino solo por atracción. La Palabra ha venido sobre él, y el Espíritu le confirma que Jesús es el más hermoso, atractivo, de los hijos de los hombres, el deseado de las naciones, por lo que les señalará a Jesús para ser seducidos y atraídos por Dios. 

Mientras que Israel espera afligido al Mesías, Juan, en pie mira hacia arriba y contempla, se viste de fiesta, la fiesta de ver cómo Dios conduce a su pueblo con alegría, a la luz de su gloria, con su justicia y misericordia.

Despojado del luto y la aflicción, será víctima, sin sufrir de victimización. La alegría de ser voz de Dios y precursor de su salvación, está confirmada: los ciegos ven y los cojos andan, los leprosos quedan limpios y los sordos oyen, los muertos resucitan y se anuncia a los pobres la Buena Nueva; Mt.11,5 
El Señor ha estado grande con él, aún en la cárcel... Juan está alegre.


Juan no está loco, no ha perdido el juicio, solo ha perdido y perderá su cabeza por Cristo.

Señor, que yo no tema parecer ni ser un loco de tu amor.  Enséñame a saber contar hoy, con palabras y vida, tu grandeza de ayer y hoy para conmigo, a estar alegre y entender que solo andando es como se prepara el camino a los demás.

Pidamos saber ser voz en el presente, no solo eco del pasado. 

Noviembre 30, San Andrés



La vida es búsqueda, una búsqueda constante. Nacemos con el instinto de buscar para satisfacer nuestras hambres, y  a medida que crecemos, crecen con nosotros los deseos y el instinto de buscar satisfacerlos. 
Buscamos, encontramos, pero lo que encontramos parece caer en un pozo sin fondo que nunca nos satisface plenamente, por lo que volvemos de nuevo a buscar nuevas satisfacciones. Buscamos satisfacción en las cosas, y a veces se nos olvida que la vida, principalmente, ha de ser  búsqueda de sentido. 


La fe de san Andrés no es una ilusión, una vía de escape de la realidad, un sin sentido. El cree  y busca en su fe el sentido de la vida. Ha escuchado y sigue a Juan el bautista, es uno de sus discípulos. Ha creído en su mensaje, un mensaje que empieza a concretarse y
dar forma a su fe: 
"Convertíos porque ha llegado el Reino de los Cielos" 

Andrés no se conforma con una fe heredada y generalizada; hace de ella algo personal.  . Él busca a Dios en su vida. Entiende que la fe de su pueblo ha de vivir y sostenerse en la fe personal de cada uno. Andrés no busca las cosas de Dios, busca a Dios, sabe que Él es quien da sentido a todas las cosas. Andrés cree, no es solo un oidor, además de oír a Juan, le escucha, y como lo que escucha tiene sentido, reacciona. Ha visto el dedo del profeta señalando a Jesús y diciendo: "Éste es el Cordero de Dios"  Así que junto a su compañero Juan, dejan al bautista y siguen a Jesús. No se quedan mirando el dedo que les indica, sino que miran al Indicado.

Ellos serán de los primeros en mirar a Jesús  y comprobar que en Él todo cobra y tiene sentido. Ha valido la pena su búsqueda, el tiempo invertido junto a Juan: Han encontrado al que buscaban y deseaban, su búsqueda  acabó, y a la vez su verdadera búsqueda acababa de empezar, la búsqueda del sentido pleno. 

Jesús conoce bien a las personas, sabe que no son pocos los que se conforman con una fe sin sentido, mediocre, que busca solo satisfacciones humanas, religiosas. Jesús no es partidario de perder ni hacer perder el tiempo a nadie, porque sabe que perder el tiempo es perder la vida.  Por eso les preguntará: ¿Qué buscáis?  Una buena pregunta para los hombres y mujeres de todos los tiempos.

No sé qué puede estar buscando cada uno, pero sí lo que puedo estar buscando yo, y lo que Andrés y Juan buscaron: conocer a Jesús, andar y estar con Él, aprender de Él, creer con sentido. Ellos saben dónde está el Templo, conocen el camino, pero su necesidad es conocer el camino que lleva al Dios del Templo, el camino a la casa donde Jesús vive.
Fueron con Jesús y vieron dónde vivía, y
allí descubrieron una casa de puertas abiertas, acogedora, hospitalaria, seguramente sobria, pero ornamentada de amor y santidad. Abierta para todos los que de verdad buscan a Dios, sin pretender buscar ni ver nada más sino a Jesús. 
¿Qué buscamos, qué vemos en la casa de Jesús? 

Andrés y Juan han tenido un encuentro con un acontecimiento, con una Persona, Jesús. Un encuentro que les ha dado  un nuevo horizonte a sus vidas, y con ello una orientación decisiva. Ahora saben dónde vive Jesús, y cada día  renovarán ese encuentro con Él, durante el resto de sus vidas. No vivirán eso para ellos solos, serán conductores, puentes,
indicadores del camino para que otros puedan encontrarse con Dios. Andrés empezará por los de su casa, por su hermano Simón: "Hemos encontrado al Salvador, ven y verás". También llevará al encuentro con Cristo a unos griegos que querían ver a Jesús.  Se preocupara con su Maestro de que la gente que le sigue tenga qué comer, confiará en Jesús, pondrá ante Él los pocos recursos. Él fue quién le dijo: "Aquí está un muchacho, que tiene cinco panes y dos peces", a lo que Jesús responderá con  el milagro de la multiplicación, con la que alimentará a la multitud. 
La vida de san Andrés es una vida llena de sentido y satisfacción en Cristo. Así son las vidas de los que conocen a Jesús y buscan en Él. No se habla de él como se habla de san Pedro o san Pablo, u otros titanes de la fe, pero qué necesarios, qué importantes son para Dios los Andrés, todos aquellos que sin grandes apariencias viven en busca del verdadero sentido, para ellos y los demás, porque sin los demás nada tiene sentido.                                                                                                      Joan Palero





Jesucristo, ¿Rey de mi universo?


Aquel que nos ama, nos ha librado de nuestros pecados por su sangre, nos ha convertido en un reino... 

   El 11 de diciembre de 1925, el Papa Pío XI instauró la solemnidad de: “Jesucristo, Rey del Universo” a través de la encíclica Quas Primas. Posteriormente, san Pablo VI la trasladó al último domingo del año litúrgico. Desde entonces, la Iglesia  cierra con esta solemnidad el ciclo litúrgico, dando paso a uno nuevo con el adviento. Un signo repetitivo, que de alguna manera, nos recuerda que al final de los tiempos Cristo volverá a instaurar un nuevo tiempo, una nueva etapa para la humanidad. Un Reino de paz, donde el cordero y el león podrán pacer juntos. Un Reino real, que pudiera parecer de fábula o de cuentos, que puede ser tenido como lejano o próximo, como posible o como imposible, según sea nuestra capacidad de fe, pero que en realidad ya se está formando, ya está entre nosotros, porque el Reino está  en nosotros.
 
Para verlo, no es necesario tener que ir ahí o allí, salir al desierto o entrar en determinados aposentos. Ya no cabe preguntar si será en Jerusalén o en Samaria, pues alcanza hasta el último rincón del mundo donde ha sido sembrada su semilla y haya germinado en espíritu y en verdad. Está en el mundo, pero no es de este mundo, por lo que no se rige por las estrategias de gobiernos de este mundo, ni tiene fronteras. Es el Reino de Dios, del Dios de Israel, sí, pero también del Dios creador y redentor del universo. Un Dios que “tanto amó al mundo que dio a su Hijo para que todo el que crea en Él tenga vida”.  (Jn 3, 16)
 Cristo en nosotros, la esperanza del mundo. Un mundo agonizante que sufre y gime ansioso por la manifestación de los hijos de Dios, del Reino de Dios entre nosotros y en nosotros. Cristo es la Vida del Reino, por lo que sus súbditos vivirán como él vivió y manifestarán así su Señorío y Realeza. (1ª Jn 2,6)
Sin apariencias, grandezas ni espectacularidad, nacerá entre los más pobres de entre los
Jesús, Rey Pobre entre los pobres
pobres, en la humildad de un pesebre de una de las ciudades más pequeña de Judá. Crecerá  sin prisas, en la humildad de un hogar pobre; perseguido por los poderosos y celosos de poder. En silencio, desapercibido, esperando el momento de su manifestación, huyendo de las tentaciones y grandezas de cada momento. Siendo hijo, hermano, amigo, maestro, médico, salvador, siervo … y será en la humildad y en la pequeñez donde manifestará su grandeza de Dios y Rey.
Jesús, Rey Humilde

No es extraño, pues, que previo al retorno de Jesús, Dios produzca un gran apagón en el mundo, como leíamos el pasado domingo: El sol se oscurecerá, la luna no dará su resplandor, las estrellas caerán del cielo y los astros se tambalearán. Entonces verán venir al Hijo del hombre sobre las nubes, con gran poder y majestad. Pues para que todo ojo pueda ver al Rey, es necesario que Dios vaya apagando nuestras
Jesús, Rey Misericordioso
glorias. Es necesario que Él crezca y yo mengue, diría el Bautista. Es necesario que las estrellas, los artistas del momento, caigan de sus escenarios aunque ello cause grandes estruendos, escándalos, muertes, rupturas, cismas y separaciones. Ante tanto estrépito, no nos preguntemos el porqué, más bien consideremos para qué.
Que Jesucristo viene es una realidad que solo puedo manifestar con la realidad de que yo vivo esperándole: “Ven, Señor Jesús”.
 Que Jesucristo es Rey del Universo es una verdad que solo podré confesar si en verdad es el Rey de mi universo. Todo lo demás son palabras, y precisamente, el reino de Dios no consiste en palabras, sino en hechos y en poder.
Jesucristo, Rey del Universo. 
¿Dices eso por tu cuenta, o te lo han dicho otros de Él? 
Joan Palero



Domingo 33º T.O (B



Todo tiene su tiempo bajo el cielo.
 Ya casi hemos llegado al final del tiempo litúrgico actual para dar paso, con el Adviento, a uno nuevo. Un hecho que se repite cada año y nos ayuda a entender mejor que en Dios nada termina, sino que en Él todo resurge, se renueva, y que  Dios restaura lo pasado.

En la primera lectura de este domingo, el profeta Daniel anuncia  tiempos difíciles, como no los ha habido en la historia de los hombres. Pero Daniel no es un profeta de calamidades, es profeta de Dios, de un Dios que ama, acompaña y se ocupa de su pueblo siempre. En tiempos buenos y malos, y que precisamente en los tiempos más difíciles, “ENTONCES” ... salva a su pueblo”. (Daniel 12, 1-3)

En el evangelio, Jesús, que es Profeta, Sacerdote y Rey, también anuncia a sus discípulos la realidad que se avecina: una gran angustia para toda la humanidad, pero una angustia acompañada de la promesa de su presencia entre los suyos, hasta el fin. Una gran angustia que se convierte en reencuentro y en un nuevo principio.
¡Cuántas tribulaciones y angustias acabarían en el mundo si levantásemos los ojos al cielo!   La falta de fe nos hace cortos de vista. Levantamos los ojos buscando socorro, alivio y soluciones, pero no más arriba de los montes, de los poderosos y grandes de este mundo, poniendo nuestra confianza en brazos de carne. Mientras tanto aumentan nuestras angustias, y nos enredamos en nuestras propias redes, mirándonos unos a otros, sin creernos del todo que el socorro que necesitamos "sólo puede llegarnos del Señor, que hizo el cielo y la tierra."  







“Para los cristianos creyentes todo lo que hay de catastrófico, caótico,  calamitoso, o de negativo en el mundo tiene un sentido positivo y esperanzador:
El alumbramiento de un tiempo nuevo, un mundo nuevo, una nueva creación.”





                  No faltan en cada tiempo los “profetas de calamidades”, los negativos, los que todo lo ven mal, los que no ven más allá de sus propias ideas, de sus puntos de vista, de sus propias narices. Los que atemorizan a sus contemporáneos con juicios, interpretaciones privadas y catastróficas sobre el final de cada etapa o cada uno de los tiempos. Los cortos de vista que solo ven el principio del fin, sin ver que el fin de Dios es hacer siempre nuevas todas las cosas. Los fríos por la frialdad de la letra, que sin el calor del espíritu, se han acostumbrado al letargo invernal de ritos vacíos, de iglesias vacías, incapaces de poder leer y discernir los signos y las necesidades de cada tiempo. Los incapaces de hacer nada que no sea lo mismo de siempre, los temerosos que solo saben hacer lo que toca, cuando lo que toca es mirar, ver, buscar realidades que satisfagan las necesidades trascendentales de los hombres. En tiempos difíciles no podemos enterrar los talentos, se desvalorizan. Los hombres verán lo que nosotros miremos, no lo que les indiquemos, y en juego están las grandes angustias de la humanidad.




Jesús enseña e invita a sus discípulos a aprender, a saber discernir, a leer los signos de los tiempos. A andar en consonancia, a estar preparados y esperanzados. Ceñidos en la Verdad de su Palabra, una Verdad que no pasa, pero que se actualiza en nosotros cada día y en cada tiempo.  
También Benedicto XVI, alentó a buscar signos de los tiempos para encontrar a Dios, y se refirió al libro del Apocalipsis como “libro de Juicio, de Salvación y sobre todo de Esperanza. 


El Maestro nos ha dado su Espíritu, el Espíritu de Verdad, el que de verdad nos puede enseñar todas las cosas, para que como Iglesia  aprendamos a leer los signos de los tiempos. Y para que siendo en Él “profetas, sacerdotes y reyes”, seamos en cada tiempo motivo de Esperanza y Nuevos Comienzos para la humanidad. En ello se esforzaron san Juan XXIII , san Pablo VI y la Iglesia, hace cincuenta años, en leer los signos de los tiempos y ser Esperanza para el mundo en “tiempos difíciles”. Un trabajo difícil para hombres, por tratarse de trabajo que en el evangelio se les designa a los ángeles:  Reunir a los elegidos de los cuatro vientos, de horizonte a horizonte. 
En tiempos difíciles, también los trabajos son difíciles, por lo que no podemos permitirnos caer en las tentaciones de la facilidad o comodidad. Nadie nos dijo que ser Iglesia iba a ser fácil, pero sí posible. Jesús es el Camino, y la Iglesia lo camina en continuidad, sin desviarse ni detenerse, pese a los profetas de calamidades. Francisco no desistirá de seguir el camino profético, con gran empeño y pasión. Sabe que a veces el tiempo no es favorable, pero que hay que seguir remando.
 Joan Palero







    Domingo 32º Tiempo Ordinario /b



Nuevamente, la Palabra de Dios nos insta a poner la fe  a la escucha de Dios. A  observar, a levantarse y ponerse en camino. 
A SALIR DE SÍ, A IR AL ENCUENTRO DEL OTRO.


1ª Lectura: 1ª Reyes 17,10-16 
“el profeta Elías se puso en camino hacia Sarepta, 
y, al llegar a la puerta de la ciudad,
encontró allí una viuda que recogía leña.”




   Como a nosotros, también al profeta Elías le tocó vivir tiempos de crisis, de grandes necesidades. Una gran crisis de fe, moral y material, que como siempre tiene su origen en el abandono de Dios por el afán de poder. 
Estará bien escuchar a Dios, observar el comportamiento de Elías en tiempos tan difíciles, y sacar conclusiones para conducirse y sobrevivir, por la fe, en unos tiempos tanto o más difíciles que los del profeta.

En aquellos días, a causa del poder político y religioso, también Israel andaba dividido. El rey Acab había hecho lo malo ante los ojos del Señor, más que todos los que reinaron antes de él. La idolatría ocupaba en Israel el lugar que le correspondía a Dios, como consecuencia se cerraron los cielos, no había comunicación, relación con Dios. Israel se estaba secando, lentamente empezaba a morir su muerte, sumido en ritos y sincretismos. 


¿Se habrá olvidado Dios de ser clemente, o habrá cerrado de ira sus entrañas? 
Sal 79, 7
No, Dios no se olvida de su pueblo. Donde abunda el pecado, El Señor sabe hacer que sobreabunde su Gracia. Ahí está Elías, el profeta, el remedio de Dios. Un hombre, sujeto a las mismas debilidades humanas de Israel y nuestras, pero con el Espíritu de Dios y que vive a la escucha de Dios. Un hombre que sabe observar, ver lo que pasa, y que es capaz de levantarse y ponerse en camino hacia donde Dios le indica. Un hombre con visión, que busca soluciones divinas, no humanas, porque sabe que las soluciones humanas son la clave del problema. Por eso el profeta es perseguido, incomprendido y despreciado, por ir en contra de los intereses de muchos, sobretodo de los más importantes. 
El profeta no teme, a la escucha de Dios ha aprendido a esconderse y acogerse bajo el amparo del que todo lo puede. Así que, escondido en el arroyo de Querit, beberá sólo del agua que Dios le da (Agua de Vida), y será sustentado sólo por el pan y la carne que Dios le suministra a través de unos cuervos. Elías no teme que su alimento esté contaminado por lo inmundo de esas aves, consideradas inmundas por la Ley de Dios. Él ve en ellas las manos de Dios, manos que dan y que a la vez le piden lo mismo que dan, para el bien suyo y de los demás. Elías es obediente, dócil a la ley del espíritu, no es rigorista, sabe que la ley ha sido dada por causa del hombre, no el hombre por causa de la ley. 

El profeta huye de la idolatría, pero pronto el mal de ésta le alcanzará, se verá afectado por las consecuencias del pecado de su tiempo. El arroyo se secará, y Elías tendrá que salir de su escondite, tendrá que escuchar y seguir nuevas órdenes del Señor.


ELÍAS ESTÁ ABIERTO A LA NOVEDAD DE DIOS, atento y a la Escucha. No está aferrado a las instrucciones del pasado ayer, sino a la necesidad del hoy y del momento.
En tiempos de gran sequía,  lo más razonable hubiera sido estar cerca de ciudades importantes con grandes graneros y recursos, pero por su fidelidad a Dios es perseguido, y gracias a la persecución no puede caminar por su lógica y pensamientos, sino solo por la fe y la escucha atenta a Dios. Así es como recibe la indicación de Dios y es conducido a Sarepta.  Una pequeña ciudad que ni era, ni fue nunca importante. Una ciudad limítrofe, fronteriza con el Mediterráneo, periférica, alejada del núcleo social y religioso. Una ciudad de Fenicia, de donde venía el origen del mal y del desastre que sufría Israel. 
Jezabel, la princesa fenicia casada con Acab, fue quien introdujo en Israel la adoración a Baal y Astarté, idolatría que casi eliminó la adoración de Dios. Sin perder pasos, y por la persecución de su propio pueblo, es guiado al origen y a la causa del problema, al último rincón para encontrarse con los últimos, con los olvidados, con los paganos, con los más pobres de entre los pobres, con los pecadores, con los necesitados de encuentro y vida.

https://www.youtube.com/watch?v=3xL_JtgN42U
(haz clic para ver vídeo)


Entre tantas viudas como había en Israel en los días de Elías, cuando se cerró el cielo por tres años y seis meses, y hubo gran hambre en todo el país; y a ninguna de ellas fue enviado Elías, sino a una mujer viuda de Sarepta de Sidón. 


Lc4,25-26
¿Sarepta? ¿A una viuda fenicia, pobre y moribunda? ¿Y si Dios, o yo, nos equivocamos?

Elías no duda, se fía de Dios, aparca sus razonamientos y prejuicios, se  levanta y va hacia donde aparentemente solo puede encontrarse con el hambre, la muerte y la extinción de la fe y el profetismo. 



Es significativo recordar que Dios había encomendado a su pueblo el cuidado de las viudas con órdenes y leyes, y que la Ley impedía quitarles o pedirles nada. Pero el profeta no dudará, escuchando a Dios ha aprendido a depender de Él, a pesar de la inmundicia de los cuervos y de sus propios prejuicios. No vacila en PEDIRLE TODO a una viuda que no tiene NADA, pues sabe que el propósito de Dios es convertir en TODO nuestra nada.  Nuestra muerte en vida, nuestra escasez en abundancia, nuestra poca o mucha fe en don de vida para nosotros y los demás. Elías no fue un profesional de la fe, sino un profeta de Dios. No le gustaba pasear, sino que caminaba con Dios. No vestía amplios ropajes para impresionar, ni buscaba el reconocimiento y la consideración de las masas. No era un devorador de los bienes de las viudas, con pretexto de ayudas con largos rezos. 
Elías supo recibir de Dios el don de ser DON PARA LOS DEMÁS.
Evangelio según san Marcos 12,38-44

Fué un profeta que estuvo donde tuvo que estar. Llegó donde hubo que llegar, alcanzó lo que se ha de alcanzar: El corazón del hombre viudo/a Y NECESITADO de Dios. Un profeta que no murió, sino que fué arrebatado al cielo. Un profeta por el que Dios aún nos sigue hablando, porque el espíritu de Elías era, es,  el Espíritu de Dios. Espíritu de encuentro, de Vida y abundancia. 
Como profetas: ¿Hacia dónde vamos, qué damos, qué pedimos?
Como escogidos de Dios: ¿Con qué, para qué y para quién amasamos nuestra harina? 
Joan Palero
Os digo: Entre los nacidos de mujer no hay ninguno mayor que Juan;
sin embargo el más pequeño en el Reino de Dios es mayor que él.
Lc 7, 28





Dame, hijo mío, tu corazón, y que tus ojos se deleiten en mis caminos. Prv 23, 26

Elías le dijo: «No temas. Anda, prepáralo ... "La orza de harina no se vaciará, la alcuza de aceite no se agotará, hasta el día en que el Señor envíe la lluvia sobre la tierra."»

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