Gaudete et Exultate
  El pasado domingo, en el evangelio de san Marcos, veíamos como Bartimeo, un hombre ciego y marginado, aprovechando que Jesús pasaba por allí, y creyendo en Él, clamaba por misericordia. Vimos cómo el Señor, que es Misericordioso, LO LLAMÓ, y  en aquel "encuentro con Jesús", Bartimeo recobró la vista  y fue incorporado en la sociedad y en el grupo de aquella multitud que seguía a Jesús camino de Jerusalén.


Hoy, la segunda lectura del día de Todos los Santos, nos habla a los que ya vemos, a los que seguimos a Jesús por el camino de esta vida hacia la Jerusalén de Arriba, invitándonos a abrir bien los ojos y a mirar:

MIRAD qué amor nos ha tenido el Padre para llamarnos hijos de Dios, pues ¡lo somos!”

El problema de un ciego es que, por no poder ver nada, todo le resulta mucho más difícil y limitado. El problema de los que vemos es que podemos estar mirando y haciendo demasiadas cosas a la vez, y que precisamente por eso, muchas veces nos complicamos la vida y la hacemos difícil. Tan complicada que, en muchos casos, perdemos de vista el camino y la meta.

Dios nos ha llamado, como a Bartimeo, de nuestras oscuridades a su Luz, con el fin de que viendo la luz, andemos en luz y en novedad de vida. Es decir: para que seamos santos, porque así como el que nos ha llamado es santo, así también nosotros hemos de ser santos en toda nuestra conducta, 1 Pedro 1, 15

https://www.youtube.com/watch?v=8GoV_qe3UzQ 
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Entiendo que esta fiesta es Nuestra Fiesta. Es la Fiesta de la Iglesia, tanto de la que ya está en el Cielo, como de la que aún camina en este mundo rumbo al Cielo. Es la Fiesta de TODOS los Santos, desde los que han sido reconocidos y canonizados, hasta los que no son y nunca lo serán, de los que pasaron y pasan desapercibidos, pero que el Señor conoce. Estos son a los que se refiere el Papa Francisco con la expresión de:
<< Los santos de la puerta de al lado >> 


Nunca nadie ha dicho que ser santo iba a ser fácil, pero Dios sí dice que es posible. Para el que mira a Él, creyendo, todo es posible. Todo depende de a dónde se dirija nuestra mirada, porque dependiendo de a donde miramos, allí es donde se arraiga el corazón y se dirigen nuestros pasos.
Es preciosa la visión que san Juan tiene en la 1ª lectura, Ap 7, y es alentador saber que esa visión la tiene en medio de un sinfín de contrariedades, persecuciones y hasta del destierro en la isla de Patmos. En medio de todo eso, san Juan sabe a dónde y qué MIRAR, alentandonos a mirar y contemplar lo mismo.
Cuando miramos y vemos el Amor que Dios NOS tiene, cuando nos sabemos hijos suyos, coherederos de Dios y HERMANOS en el Hijo, llegamos a ver muchas cosas que, como a san Juan, se nos puede hacer difícil de entender y explicar, pero que Dios mismo se encarga de escribir en nosotros, en nuestra vida, para que el mundo nos pueda leer y de alguna manera entender. El mundo nos mira.

Es vital que nosotros: “Miremos el amor que nos ha tenido el Padre”. Y que NO nos miremos unos a otros viendo cómo somos, sino lo que somos: “Ahora somos hijos de Dios”.  No dice que ahora seamos perfectos, sino hijos de Dios. Perfectos ya seremos después, y lo seremos todos, no nos desanimemos, al contrario, hay esperanza.

Todos tenemos cosas que deberíamos cambiar y mejorar,  pero ¡paciencia!, Dios aún no ha terminado, sigue trabajando en cada uno. Los santos no han sido santos por no caer nunca, sino por saberse levantar cada vez que cayeron. No fueron santos porque lo sabían todo, sino porque amaron y vivieron lo que sabían. No eran perfectos, pero creían en Jesús, quien por su muerte y resurrección, sí podía presentarles perfectos delante del Padre. Y nosotros formamos parte de ese mismo Cuerpo que ellos formaban, la Iglesia, que es y debe vivir en santidad: porque “…la santidad es el ornato de tu Casa, oh Yahveh, por el curso de los días.” Sal 93

La primera condición para ser santo es reconocerse pecador, la segunda no es menos importante: saberse pecador perdonado. Amado por Dios, engendrado por Dios, hijo deseado de Dios. 
A un hijo no le es difícil amar a sus padres, no le cuesta permanecer en el hogar junto a ellos, ama a sus padres y a sus hermanos. No le es difícil compartir la genética y la educación que le han procurado sus progenitores. Visto así, tampoco debería costar tanto ser santo, pues no es difícil ser feliz allí donde reina y vive el amor, la fraternidad, la comprensión y el perdón. No pensemos en que es demasiado difícil ser santos, lo difícil es que en verdad queramos serlo.
Ánimo, el Señor nos llama.
 «Todos los fieles, cristianos, de cualquier condición y estado, fortalecidos con tantos y tan poderosos medios de salvación, son llamados por el Señor, cada uno por su camino, a la perfección de aquella santidad con la que es perfecto el mismo Padre» (Concilio Vaticano II)
                                                                              Joan Palero

Saludad a todos los santos en Cristo Jesús. ... Os saludan todos los Santos, ... Fil 4, 21-22

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