Domingo 31 de marzo, 2019 

          4º Domingo de Cuaresma - Ciclo C     

Josué 5,9a.10-12Sal 33,2-3.4-5.6-7; 2 Corintios 5,17-21; Lucas 15, 1-3.11-32.
Los hijos de Israel acamparon en Guilgal..."


Hoy os he quitado el oprobio de Egipto.



 No avanzar es retroceder.
Por ser pueblo de dura cerviz, los hijos de Israel andaron por el desierto durante cuarenta años, dando vueltas alrededor de sus razonamientos, sus juicios y preferencias, murmurando, quejándose, haciendo de todo menos avanzar.
En su paciencia y misericordia sin fin, Dios dejó que fuera el tiempo quien depurase al pueblo a través del desierto, hasta que por fín, una nueva generación nacida de entre los que habían sido sacados y liberados de Egipto, conducidos por Dios y de la mano de Josué, llegó al Jordán, la frontera de la tierra prometida. Allí, el Señor detuvo las aguas del gran río, con el mismo poder que cuarenta años atrás hizo que se abrieran las aguas del Mar Rojo. El pueblo cruzó las aguas del río, como sus padres cruzaron las aguas del mar, y llegando a Guilgal, acamparon por primera vez ya dentro de los límites de la tierra prometida.
Guilgal aun tiene tiene mucho que decir, pues su significado no es sólo de carácter geográfico o territorial. Además de ser un lugar, su significado también es ser tiempo de grandes cambios y giros, de acontecimientos vitales para Israel. Es lugar y momento necesario e idóneo, el escogido por Dios para acampar y descansar con su pueblo. Lugar y momento para que Israel, después de toda su trayectoria, se detenga a contemplar, a gustar y ver qué bueno es el Señor.  Quién no les da aquella tierra por haberla ganado con sus esfuerzos ni por sus obras de justicia, sino porque Él es Misericordioso. 
Es momento de que una nueva generación, un nuevo Israel, se detenga y acampe,  esté quieto delante de Dios y reconozca que realmente Dios es el que dijo ser a sus padres:  "YO SOY EL QUE SOY" 
"...contemplad los prodigios de Yahvéh, el que llena la tierra de estupores.
¡Basta ya, sabed que yo soy Dios...!  Sal 46, 7-10
Guigal, lugar y momento de celebración en su presencia, anticipo del Emmanuel "Dios con nosotros". De contemplar a Dios y quedar radiantes, como quedó el rostro de Moisés, no por haber recibido de Dios una Ley que les obligaba y hacia "buenos",  sino por haber podido encontrarse con la Misericordia, haciendo posible el poder mirarle cara a Cara.
Momento de recordar el pasado, sí, pero para renovar el presente y el futuro. De ver que ya no hemos de vivir con las vergüenzas y el oprobio de lo que hicimos y hacemos como personas y como pueblo, sino en base y de acuerdo a lo que Dios hizo y hace por nosotros. 
No, no es el momento para buscar culpables, ni para escuchar acusaciones ni sentencias.  No es momento para vivir avergonzados ni derrotados. Es momento de escuchar a Dios decir: "Hoy os he quitado el oprobio de vuestras esclavitudes"  De escucharlo y creerlo.
Es el lugar de la victoria del amor de Dios por nosotros, donde no hay lugar para lamentos ni recuerdos que nos puedan hacer sentir indignos y derrotados, sino solo para un verdadero arrepentimiento. Es momento de proclamar con evidencias, sin las cadenas y los grilletes que nos ataron en un pasado y nos atan al pasado. Somos libres del oprobio, Dios es Dios de segundas, terceras, ... oportunidades. 
Qué bueno para Israel acampar y descansar en Guilgal, sintiendo el abrazo de Dios.  Un abrazo como el que sintió el hijo pródigo al entrar y acampar de nuevo en la casa de su padre misericordioso. Un abrazo que es necesario que sea personal y renovador, que renueve y vista de fiesta a cada uno, dando lugar así a la comunidad. Un abrazo que nos lleva a vivir la fiesta del compromiso de querer retomar, renovar la filiación con Dios que recibimos por el bautismo, en nuestro paso por el Jordán.   
Allí, en Guilgal, Josué retomó la práctica del rito del pacto de la Alianza con Dios: La Circuncisión. En la que se cortaba
el prepucio de cada uno y en todos, porque el corte del prepucio de uno no garantiza la renovación del pacto con Dios del vecino. 
Guilgal, lamentablemente, no pudo ser lugar para todos. Los que se encontraron allí fue porque vivían y eran Nuevo Israel. 
Guilgal no era la meta, era sólo lugar de paso y punto de partida, principio de un nuevo camino. De allí tuvieron que salir de nuevo, dirigidos por Dios, para continuar y conquistar aquella tierra y no llegar a ser un pueblo acomodado, conformado y estancado. Al día siguiente, Dios hizo que dejaran de depender y fueran responsables. Comieron panes ácimos y espigas tostadas, cesó el maná, para que comieran de la cosecha de Canaán. Una gran enseñanza.
Ellos acamparon en su Guilgal, y nosotros entramos en el nuestro cuando dejamos de dar vueltas en los círculos de  nuestros intereses e ideologías y nos posicionamos en en Cristo. En quien todo se renueva, no reformando lo viejo, sino haciéndose  Nuevo.
 "Si alguno está en Cristo es una criatura nueva. Lo viejo ha pasado, ha comenzado lo nuevo ."


Joan Palero

“La creación, expectante, está aguardando  la manifestación de los hijos de Dios”





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