Ante las distintas situaciones que nos pone la vida, podemos sentir que la tristeza y la alegría van por caminos separados, sin embargo mantienen una estrecha relación, son inseparables, tanto que es una la que da sentido a la otra.
Por instinto, tendemos a querer evitar las tristezas, a buscar solo alegrías, olvidando  que el valor de la alegría reside en la profundidad de la tristeza. En la alegría está oculta nuestra tristeza y en la tristeza la alegría, dándose sentido y valor entre sí.


Jesús ha venido a traernos su alegría, desenmascarando nuestras tristezas. Su alegría es para los tristes, pero no para todo tipo de personas tristes, sino para los tristes según Dios (2 Cor 7, 10), aquellos que hoy se preguntan, cómo preguntaba la gente a Juan el bautista en aquellos días: 



No busquemos respuestas, más bien dejémonos encontrar por Jesús, la Verdad que nos hace libres, también libres de nuestras  tristezas,  porque "El Señor ha revocado nuestra sentencia. Sof 3,14-18a

" La alegría del Evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús. " 
(Evangelii Gaudium 1)
No seamos fabricantes de tristezas.

Alegraos siempre en el Señor; os lo repito, alegraos.
Que vuestra mesura la conozca 

todo el mundo. 
Fil 4, 4-7



"El mundo necesita de familias que testimonien la belleza y la alegría del amor".  (Papa Francisco - Pompeya,18 de septiembre 2018- Peregrinación Nacional de las Familias)
Joan Palero
        


No hay comentarios:

Publicar un comentario

Domingo, 3 de noviembre de 2019    31º del Tiempo Ordinario - Ciclo C Más que un método de lectura de la Biblia, ... Es Encuentro con...