10/Febrero-2019 "Domingo 5º del Tiempo Ordinario - Ciclo C"
Lecturas:
Isaías 6, 1-2a.3-8 + Salmo 137 + 1 Cor 15, 1-11 + Lucas 5, 1-11 

  Me llama la atención, haciéndome reflexionar, el hecho de que cuando José y María llevaron a Jesús al Templo, cuarenta días después de su nacimiento,  para cumplir con las ordenanzas de la Ley (acerca de la purificación de María y la presentación-consagración del Niño), el evangelio de san Lucas diga que sólo dos personas, entre toda la multitud de la concurrencia, vieron más allá de lo que sus ojos tenían delante de ellos.
 Simeón y Ana, dos personas asiduas del Templo, dos personas de Iglesia diríamos ahora, dos personas que el evangelio nos señala entre el resto de los que allí se encontraban porque su fe les llevaba más allá, más adentro de lo que es solo costumbre, religiosidad, tradición, cultura. 
Simeón, hombre de fe, una fe que le hace vivir en diálogo con Dios, en esperanza, confiado, a la expectativa de los signos de los tiempos y del cumplimiento de las promesas de Dios. Una fe que, lejos de ser abstracta, se manifiesta haciéndose concreta en su vida. Su fe le hace ser un hombre  justo y piadoso, una evidencia de que Dios es real  y que es realidad en su vida: "El justo vivirá por la fe". Una fe capaz de ver más allá de lo común, que no le deja obrar a su modo, siguiendo sus propios impulsos, sino que le hace ser sensible y dócil al Espíritu Santo, por quien es llevado. 
 Ana, una anciana viuda desde su juventud, que había envejecido entre las paredes del Templo, pareciendo ser ya algo propio de aquel lugar sagrado, pero más que algo era alguien con alma y espíritu vido. Una mujer que más que ir al Templo, demostraba ser y sentirse parte de él, anticipando lo que más tarde enseñaría san Pedro: "...también vosotros, cual piedras vivas, entrad en la construcción de un edificio espiritual, para un sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales, aceptos a Dios por mediación de Jesucristo."                                                  Ana, una mujer de fe profunda, una fe puesta en acción que le hizo ir y ver más allá de lo que los demás veían. Tanto que, donde todos veían un niño, ella vió a Dios en ese Niño. Una profetisa que profetizaba más con su vida que con su boca, aunque después de ese encuentro con la Sagrada Familia, no dejará de hablar a todos de aquél Niño, a quién ella ha visto con sus ojos. 

Ana, ejemplo de una mujer de fe más que de creencias, capaz de remar mar adentro en una búsqueda incesante y perseverante de la plenitud de Dios. Una mujer que nos recuerda que nunca es demasiado tarde para un Encuentro genuino con Dios, y para dejarle trabajar en nuestras vidas.

  Dos personas que, en su tiempo, por la Fe y el Espíritu  fueron llevados más allá, más adentro de las orillas de aquellos momentos y que les llevó a reconocer, a ver y contemplar en los brazos de María, al Dios que llena y da sentido al Templo. En quién encontraron el sentido y la alegría de la fe, el sentido y el motivo de la vida y de la muerte: Simeón"Ahora, Señor, ...puedes dejar a tu siervo irse en paz. Porque mis ojos han visto a tu Salvador" 
Ana: Daba gracias a Dios y hablaba del niño a todos los que aguardaban la liberación de Israel.                                  


Creo, que la 1ª lectura de este domingo: Isaías 6, 1-2a.3-8, guarda cierta relación con todo esto. Isaías, en un determinado momento de su vida: "El año en que murió el rey Ozías", es llevado más allá, más adentro de lo que estaba acostumbrado a ver en el Templo. Su vida cambia, da un vuelco cuando en lugar de ver sólo el Templo y personas consagradas, devotas, tiene un Encuentro real con el Dios del Templo, ante el cual todo lo que es humano y superficial se disipa, porque Él lo llena todo aún con solo "la orla de su manto". Isaías ya no será el mismo, el encuentro con Dios le dará un nuevo horizonte, una manera nueva de ver las cosas, y también de verse a sí mismo: ¡Hay de mí, estoy perdido!, por ello es que ante el proceder de Dios para con él, su vida tomará una nueva orientación, la orientación decisiva de poder decir: 
"Heme aquí, envíame".



La Historia de la Salvación nos cuenta de personas como nosotros, normales, frágiles, limitados, pecadores... Nos habla de personas que son minoría, pero que no se conformaron con una realidad humana y superficial de las cosas. Una minoría que, aún hoy, sigue hablando a las mayorías de manera muy especial, porque en ellos triunfó la fe por encima de lo que solo es perceptible a los ojos humanos  y que muchas veces nos cansa y nos retiene.  Estos son, los que como dice la segunda lectura: 1ª Cor 15, 1-11, "No creyeron en vano" , sino que habiendo recibido el anuncio, lo creyeron y aceptaron, y además fundamentaron sus vidas en ese anuncio. Un anuncio que los fue salvando día a día, adentrándose más y más en él, hasta llegar a ver, y hacer ver a los demás la consolación de Dios en Cristo.  Ellos son los que, remando mar adentro fueron cambiando sus propias historias, ayudando a Dios ha cambiar la historia del mundo, convirtiéndola en Historia de Salvación y Esperanza. 

Joan Palero



              
Dios nos ha elegido a cada uno:
"No somos cristianos por casualidad"
"Extiendes tu brazo y tu derecha me salva.
El Señor completará sus favores conmigo:
Señor, tu misericordia es eterna,
no abandones la obra de tus manos." 
Salmo 137
R/ Delante de los ángeles tañeré para ti, Señor.

((Más allá, más adentro de lo que es solo 

delante de los hombres))
Daré gracias a tu nombre:
por tu misericordia y tu lealtad,
porque tu promesa supera tu fama.
Cuando te invoqué, me escuchaste,
acreciste el valor de mi alma.
  



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