En el principio, para que fuésemos felices , Dios nos encomendó la tarea de cuidar el mundo. De mantenerlo y seguir construyendo con Él, con nuestro talento y trabajo. Trabajar, no es una maldición por el pecado de la humanidad, es una bendición que nos fué dada antes de la caída.
Es el trabajo humano, en la independencia de Dios, lo que convierte el trabajo en una carga pesada, cansada y llena de insatisfacción para muchos.
Cuanta razón tiene Dios en boca del profeta Hageo:
Así dice Yahveh: Este pueblo dice: "Todavía no ha llegado el momento de reedificar la Casa de Yahveh"
¿Es acaso para vosotros el momento de habitar en vuestras casas artesonadas, mientras la casa de Dios está en ruinas?
Habéis sembrado mucho, pero cosecha poca; habéis comido, pero sin quitar el hambre; habéis bebido, pero sin quitar la sed; os habéis vestido, mas sin calentaros, y el jornalero ha metido su jornal en bolsa rota.
Aplicad vuestro corazón a vuestros caminos.
(Hageo 1, 2-7)
Y cuánta razón la del sabio Salomón: ¡Vanidad de vanidades, todo vanidad! ¿Qué saca el hombre de toda la fatiga con que se afana bajo el sol? 
MÁS VALE LLENAR UN PUÑADO CON REPOSO QUE DOS PUÑADOS CON FATIGA EN ATRAPAR VIENTOS. 
¡Con qué gran sabiduría dotó Dios a san José! Qué sueño tan profundo le hizo soñar, para que contra toda lógica y Ley de su tiempo, poder con su vida contribuir, trabajar con Dios para devolver el sentido de plenitud a la humanidad.
¡Feliz día!






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