Domingo, 3 de noviembre de 2019
31º del Tiempo Ordinario - Ciclo C
Sabiduría 11, 22-12, 2;
Salmo 144;
Salmo 144;
2ª Tesalonicenses 1, 11-2, 2;
San Lucas 19, 1-10.
En la encíclica "Deus Caritas Est", el Papa emérito Benedicto XVI escribe algo tan fundamental, que su sucesor el Papa Francisco no se cansará de repetir:

La necesidad del encuentro con Jesucristo, es decir, el encuentro con el amor de Dios encarnado. El propio Dios que, saliendo de Sí mismo, va al encuentro del hombre perdido, no para juzgar y sentenciar, sino para amar y perdonar, salvar y restaurar.
El encuentro que todos necesitamos experimentar, el encuentro con Dios hecho Hombre, y no solo Verbo, que ha venido a habitar entre los hombres, y que aún hoy sigue cruzando nuestras calles y ciudades.
No basta saber qué dicen los demás acerca de Jesús. Él mismo pregunta a los suyos:
Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?
Porque las vidas de los que conformaron, conforman y conformarán la Iglesia, no solo depende de las opiniones y experiencias de otros, aunque pueden ayudar y ayudan, sino de la revelación de Dios que se vuelve colectiva desde la experiencia personal.
No le faltarían a Zaqueo las opiniones ajenas, de unos y otros, a cerca de Jesús. Pero él no quiere vivir de oídas. De manera activa, en primera persona quiere ver por sí mismo al Maestro. No le será tarea fácil,entre tanta algarabía, poder ver a Jesús. Su condición y limitaciones le serán obstáculo, así como las mismas personas que van alrededor de Jesús. Personas que en lugar de facilitar el camino a los demás con transparencia, lo impiden con la opacidad de la religión del yo, yo pienso, yo creo, yo soy más, yo soy mejor, más digno, yo primero....
Zaqueo, a pesar de todo lo que posee, talento y fortuna, reconoce tener una gran necesidad. Busca incansable una verdad que le lleve a la plenitud, y aunque no puede verla ni alcanzarla por sí mismo, no se cansa ni se da por vencido. Salta con ingenio todos los obstáculos y va en busca de lo que anhela su corazón, o su curiosidad. Los hombres le ocultan a Jesús, pero él, sabe subirse a la higuera, símbolo de seguridad y calma en el conocimiento de la revelación de Dios, desde allí podrá ver a Jesús. Debajo de una higuera es donde Jesús vio también a Natanael.
Lo importante no es que Zaqueo haya conseguido ver a Jesús, sino que ha sido visto por el Señor. No es que por fin ha visto y encontrado la verdad, sino que la Verdad le ha visto y encontrado a él.
Ha experimentado el Encuentro, ha habido un cruce de miradas. Ha escuchado la voz de Dios: "Date prisa y baja". Bájate del árbol de tus esfuerzos y tus estrategias, lo realmente necesario es que hoy me quede en tu casa.
La casa de un publicano, la casa de un pecador y traidor de Israel, convertida en Templo.
Los que veían a Jesús desde las privilegiadas primeras filas, todos los días se encontraban en el Templo, pero Zaqueó ese día se encontró con el Dios del Templo.
El que nos llena de la mayor de las alegrías, a pesar del qué dirán. Jesús le ha devuelto su dignidad de persona. Esto es lo que hará que Zaqueo devuelva a los demás lo que hasta ahora él les ha estado robando. Eso, más que las palabras, es la confesión de Zaqueo de que Jesús era el Señor de su vida, el Salvador suyo y también de los demás.
Los que veían a Jesús desde las privilegiadas primeras filas, todos los días se encontraban en el Templo, pero Zaqueó ese día se encontró con el Dios del Templo.
El que nos llena de la mayor de las alegrías, a pesar del qué dirán. Jesús le ha devuelto su dignidad de persona. Esto es lo que hará que Zaqueo devuelva a los demás lo que hasta ahora él les ha estado robando. Eso, más que las palabras, es la confesión de Zaqueo de que Jesús era el Señor de su vida, el Salvador suyo y también de los demás.
Joan Palero